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Seguridad Vial: un problema cultural.

La Declaración Universal de Derechos Humanos establece en su artículo 3, que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. En nuestro país a juzgar por las cifras que se manejan desde las estadísticas, pareciera ser que no es así.

Los accidentes de tránsito constituyen en nuestro país la primera causa de muerte en personas entre 1 y 45 años. Las cifras de lesionados y fallecidos por estos motivos son realmente alarmantes. Los traumatismos causados por accidentes de tránsito constituyen un gran inconveniente de salud pública que afecta generalmente a los sectores más vulnerables, la mayoría en edad adolescente, cuyo costo representa cerca del 2% del PBI y el 27% del gasto público destinado a la salud. El 90% de los accidentes registrados, son por errores humanos de conducción (exceso de velocidad, sobrepaso imprudente, poca distancia de seguimiento, no respetar la prioridad de paso, distracción sobre todo por el uso de celular, GPS, sueño y adicciones).

Se trata básicamente de un problema cultural de nuestra sociedad, caracterizada por un incumplimiento de las normas, falta de respeto por el prójimo, ausencia de percepción del riesgo, cansancio, distracción, entre otras. Existen una serie de creencias o reglas que imperan en el comportamiento de nuestra sociedad, al momento de conducir:

El no cumplimiento de las normas no se da solamente al violar las indicaciones de tránsito, sino también en todo lo relativo al uso de cinturón de seguridad, utilización de los sistemas de retención infantil y el no uso de casco en el caso de las motos (exigido como obligatorio por el art. 40 inc. j de la ley 24.449). Respecto de este último, el 75% de los fallecidos que circulaban en moto no usaba al momento del hecho el casco. Al consultar en general a los motociclistas el motivo por el cual no lo utilizan responden: que no ven bien con él, no escuchan, se trata de su vida y con ella hacen lo que quieren, voy acá cerca, me gusta el viento en la cara, nadie controla.

Las normas que regulan el tránsito y sobre todo la responsabilidad y concientización propia de los usuarios de la vía pública, forman el principal punto en la seguridad vial. Desde el estado se debería trabajar en acciones que tiendan a modificar reglas de comportamiento a través de la educación y capacitación permanente de los actuales conductores y sobre todo de los futuros, desarrollando programas que estén dirigidos a los adolescentes próximos a obtener su registro de conducir. Asimismo, las campañas de prevención deben estar acompañadas de fuertes controles por parte de la autoridad de contralor. Todo ello debería tener correlato en la reducción de los índices de siniestralidad. Pero más allá del rol del estado, la concientización sobre los peligros existentes en calle y los que cada conductor genera como consecuencia de sus actos, deben comenzar por uno mismo, por un respeto a la vida del prójimo y por representarse los daños que una conducción imprudente pueden causar en otros individuos que circulan a mi alrededor.

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